Veinte kilos a la espalda son pocos cuando de ambición se habla. Transpórtalos durante diez kilómetros y llega a tu destino, destino elegido esta vez para así poder sacar a relucir todo ese trabajo, persistencia y dedicación.
Queremos y podemos ser mejores cada día, y aunque la
estación estival se alargue seguiremos buscando el mejor momento para obtener
nuestras recompensas, tanto en forma de éxitos como de aprendizajes. Dicho
esto, no olvidemos aprender igual de un fracaso que de una victoria.
¡Increíble! No se escucha nada,
llevamos ya cerca de veinte horas solos y aún estamos esperando ver y oir las
sirenas, las luces, el bullicio, los mandatos y las órdenes, las exigencias, la
bondad pero también la perversidad, la impuntualidad y la dejadez por el
compromiso.
Que diferente y que ambicioso
este mundo con alma perezosa, incluso así
sentimos la necesidad de alimentar con esos veinte kilos a esa alama que todavía
no ha dado su brazo a torcer y pretende crecer.
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